jueves, 24 de marzo de 2011

Peor vida

Las gotas caían una tras otra emitiendo un sonido sordo. Eran el eco de la acomplejada soledad.
Las luces deslumbrantes se reflejaban en el agua que acumulaba la ventana. El ruido chirriante que se plasmaba en sus oídos era como un zumbido que le atontaba.
La habitación parecía dar vueltas, girar a toda velocidad mientras que él estaba quieto. Los colores se volvieron metálicos, dolorosos para la vista mientras el penetrante olor le mareaba, finalmente no le quedó otra opción que sentarse en un rincón.

Desde allí podía verla, tumbada en la cama, con los ojos abiertos mirando al techo.

En su cabeza aun resonaban sus tranquilas palabras, llenas de seguridad y de completa decisión.

- Me voy, se acabó.

Tanto amor, tantos años de felicidad juntos y le abandonaba. No le importaba alejarle de sus hijos y mucho menos su sufrimiento. Ella tenía que ser suya. No podía dejarle, no podía. Ella lo juró ante todos un lejano día de Otoño. ¿ Acaso no recordaba los dulces besos robados a la puerta de su casa? ¿ Ya no recordaba los paseos de cuando eran novios y vivían cada uno en su casa? Ella se lo debía, no podía dejarle. Le debía demasiado.

Se acercó a la cama y acarició sus cabellos, las lágrimas estaban estancadas en las frías mejillas de ella.

- Podemos arreglarlo amor, no lo volveré a hacer.

Ella ni siquiera le miraba, reposaba sobre las sábanas sin decir una palabra. Sus ojos vidriosos mantenían la atención en el techo ocre de la habitación. Aquellas cuatro paredes que habían presenciado toda su vida juntos, aquellas cuatro paredes que lloraban su partida.

Tantos sueños juntos, tantos planes de futuro truncados sin el menor remordimiento.

La rabia se apoderó de él. La emprendió con el armario, golpeando aquellas puertas que le mostraban su reflejo. Destruyó el joyero donde guardaba las alhajas que él le regalaba después de cada error. Golpeó la cajita donde todavía guarda las fotos de cuando eran novios. Aniquiló el marquito desde donde sonrientes les miraban sus hijos. Golpeó y destruyó. Extinguía sus vidas en sólo un segundo.

Quizás eso no es cierto porque la destrucción siempre llega poco a poco, hoy aguanto y grito y ya mañana es un insulto. Es también posible que el cruel destino nos juegue malas pasadas y ese a quien tu quieres resulte ser un ogro que ya no te quiere. Es casi seguro que en su sino lleve escrita la desgracia.

Nunca se sabrá quienes fueron pues ese día pasaron a ser un número.

Los ojitos curiosos y asustados abrieron la puerta del averno, conociendo aquel día lo que de verdad era un monstruo. Ese maldito día el miedo se les metió en el cuerpo cuando mamá no despertaba. En el preciso momento en el que comprendieron que las pistolas no sólo se usan para jugar a indios y vaqueros.

Aquella tarde de invierno reposaron en el cuarto mirando al techo junto al cuerpo de su madre. Tendidos sobre la cama con almohadas en la cara para solapar el ruido de la parca. Las sábanas blancas se tiñeron carmesí por acción de la locura.

Aquel día el Ángel de la Guarda, dulce compañía, salió a tomarse un café, sin suponer que su mejor suplente les causaría la muerte.

Curioso tener valor para destruir sus vidas y que a la hora verdadera de marcharse de este mundo el dedo le temblara en el gatillo.

Tal vez sabía que su pecado no se empata con la muerte sino con una vida de sufrimiento.... no, el no tenía tan buena intención a la hora de perdonarse la vida.

Él fue sólo un  cobarde que no sabía que hacer sólo, únicamente un pelele, un don nadie sin posibilidades, un estúpido sirviente lamebotas que de puertas para adentro era un déspota.

Sin embargo es injusto, cuando la policía fue a buscarlo él simplemente confesó, nadie le pegó ni insultó, nadie le condenó a vivir en un reino de terror y palos en que condenó a vivir a quienes más le querían.

Puede que si la vida hubiera sido justa sólo habría muerto él pero como no lo es hoy mientras el duerme en su celda camino del cementerio van tres ataúdes blancos.

Hay quien llora amargamente en la larga comitiva por no haberse dado cuenta de que aquel que tanto sonreía, era tan amable y siempre ayudaba, no era más que un asesino que si les dio muy mala muerte les dio peor vida.


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Esta semana viene con retraso pero más vale tarde que nunca. ¡Esta semana ha sido un caos!

Por cierto, os recomiendo que visitéis http://haikuedebuxo.blogspot.com/ es una iniciativa para mostrar apoyo a Japón. Un autor hace un haiku y un dibujante lo ilustra. Es una bonita iniciativa. ¡No dejéis de participar!

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