jueves, 10 de marzo de 2011

El telescopio


Al principio nadie le dio importancia. El niño empezó a pedir un telescopio para su cumpleaños. Nadie hacía mucho caso y decían que era demasiado caro para un niño tan pequeño, sin embargo el niño insistía y se pasaba las tardes ojeando libros donde se exhibían fotografías de lejanos y hermosos planetas. Leía trabajosamente la información que allí se exponía y se maravillaba al saber que existían planetas compuestos únicamente por gas y otros tan fríos que la vida como la conocemos no sería posible.

- ¡En Neptuno se morirían hasta los pingüinos! - Exclamaba maravillado.

Se pasaba las tardes haciendo dibujos de cohetes en los que surcaría el espacio; de los lejanos mundos que visitaría en su viaje.
Una de sus tías le dijo que le compraría un microscopio, que eran más baratos y a pilas. Además en muchas series de investigadores usaban microscopios y a su tía le parecía que eran mejores. Se imaginaba a su sobrino como un importante investigador o un famoso biólogo gracias a ese primer microscopio a pilas.

- ¡Con los microscopios se ven cosas pequeñas, yo quiero ver las estrellas!- Exclamaba el niño sin terminar de entender por qué debería gustarle el microscopio.

Finalmente el padre, aunque algo escéptico sobre el uso que su hijo le daría al telescopio, decidió consentirlo y regalarle el preciado objeto. Ilusionado, envolvió el regalo con un papel de vivos colores verdes y amarillos. Organizó una pequeña fiesta con los amigos del niño y familiares. Había una gran tarta, música, globos y otros muchos regalos. El niño desenvolvió el telescopio con cara de fascinación, la ilusión le salía hasta por las orejas y en cuanto lo vio no pudo hacer otra cosa que reír . Ya no hubo más fiesta, ni amigos, ni otros regalos... sólo el niño en el jardín montando el artefacto. Su padre y sus tías tuvieron que arrastrarlo de vuelta a la fiesta para que jugase con los otros niños, pero el ansia por volver con su regalo se hacía más que evidente porque cada poco se escapaba de nuevo al jardín.

Cuando se hizo de noche y la fiesta acabó fue junto con su padre a estrenar el telescopio. Allí pudo ver, fascinado, las estrellas, y algún planeta. El artefacto no tenía mucho alcance y no era de una gran calidad pero el niño miraba aquello fascinado.

Su padre le explicó que en el cielo había algo llamado constelaciones y que algunas tenían curiosas formas. Le pidió a su padre un mapa del cielo para poder identificarlas. Unos días más tarde fueron juntos a comprarlo y con su mapa del cielo en la mano salía noche tras noche en busca de algo en las estrellas. Dividió el mapa en secciones y decidió estudiar el cielo en partes ordenadas. Visitaba páginas de astronomía para saber que planetas podría ver y cuando. Los eclipses y las lluvias de estrellas. En algunas ocasiones alguna estrella fugaz inesperada se cruzaba ante él y le dejaba anonadado.

Al principio su padre le miraba maravillado, observando la pasión que la astronomía despertaba en su hijo. Unos tíos decían que pronto se cansaría, otros que acabaría siendo astrólogo, una de sus tías les corregía diciendo que los que estudian los planetas y las estrella son astrónomos, que los astrólogos hacían la predicción de zodiaco. Sin embargo tal palabra no cuajó. La tía que le ofreció el microscopio decía que mejor hubiera sido su regalo, que no conocía a ningún astrólogo y mucho menos con buena posición.

Con el paso del tiempo, el niño seguía saliendo cada noche con el famoso artefacto, aunque se le veía atribulado, un poco ansioso. A veces incluso resoplaba. Parecía que buscaba algo que no lograba encontrar.

Finalmente su padre le preguntó.

- ¿Qué te pasa? ¿No funciona bien el telescopio?
- Sí, funciona perfectamente.
- ¿Entonces que ocurre? ¿Por qué bufas? ¿ No encuentras extraterrestres?- Dijo su padre en chanza.
- No. Es que no entiendo en qué parte del cielo puede estar mamá.

Por un momento el padre se quedó perplejo. No sabía como explicarle que cuando su madre murió y le dijo que se había ido al cielo no era ese cielo al que se refería.
Se limitó a abrazarle muy muy fuerte y a acompañarle cada noche en su viaje por las estrellas. Sin embargo, cuando el niño comprendió la diferencia entre ambos cielos ya amaba las estrellas.

2 comentarios:

  1. Muy pero que muy bueno....emocioneime e todo...
    siga vostede así....nos aleda que volveses a ecribir ;D

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  2. Muchas gracias, caballero. Me alegra mucho saber que fui capaz de transmitir emoción con el texto. :)

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